Frente a la limitación de lo erótico es necesario reivindicar una erotización de las ideas, tal y como Marcuse escribe en Triebstruktur und Zivilisation.
Lo erótico, todo lo relacionado con el amor, se ve limitado a lo que hoy se puede ver por todas partes como la mercancía de lo erótico. Esta mercancía consiste en identificar lo erótico con unos ciertos objetos que pueden ser comprados, esto que, con una serie de objetos que se sitúan dentro del mercado de bienes que se pueden comprar y vender. Estos objetos, tales como las películas eróticas, las imágenes de personajes famosos que encarnan lo erótico, producen la idea de que lo erótico, lo que está relacionado con el amor, en sus múltiples variantes, es algo que está lejos del individuo y que la única forma de acceder a ello es a través de la adquisición de la mercancía. Por tanto, la mercancía está revestida de una promesa de felicidad, en este caso de felicidad erótica, por la que la mercancía satisfacerá el deseo de lo erótico que impulsa a buscar los objetos de su satisfacción.
La reducción de lo erótico a un objeto no es casual. Sólo de esta forma opera la sociedad capitalista en su búsqueda de beneficio: sólo en la cosificación del deseo se convierte ese mismo deseo en un objeto del beneficio. Este hecho revela una tendencia, o un hecho completamente instalado, aunque no profundamente consciente, por la que todo deseo humano acaba siendo integrado en la sociedad en la que aparece a través de su cosificación en objeto de consumo. Aquel que desea algo está dispuesto a pagar para satisfacer ese deseo.
En sociedades anteriores a las capitalistas, dichos deseo se satisfacían con actos vitales, experienciales, en los que el deseo nunca acababa por convertirse en objeto material. La experiencia religiosa del éxtasis, la búsqueda de la sabiduría, que ya en Platón se concibe como un acto de “amor a la sabiduría” (Fillebo?) son algunos de los modos en los que lo erótico ha pasado a jugar un papel importante dentro de las sociedades.
Al convertirse el deseo erótico en objeto de consumo, el deseo acaba por limitarse, empobrecerse. La experiencia vital, más o menos mítica, más o menos real, se circunscribe ahora a la acción empobrecida de la elección de productos en un supermercado, o mejor, en la ciudad convertida en supermercado de pseudo satisfacción de deseos. La pobreza de la experiencia aparece entonces como la contrapartida de la supuesta mayor facilidad contemporánea de satisfacción de deseos.
A la vez, se revela el triunfo del materialismo burdo que domina en las esferas de poder sociales. Este materialismo, lejos de ser una doctrina de la naturaleza como en Marx, es una doctrina de conocimiento, que va paralela con la simplificación social en todas las esferas: sólo existe aquello que se convierte en objeto tangible. Con ello, muere la capacidad de abstracción, de trascendencia en sentido kantiano, esto es, la capacidad para situarse en un plano más general con respecto a lo real, sólo como un modo de explicación de sí mismo (de lo real).
jueves, 28 de junio de 2007
Erotismo y sociedad
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4 comentarios:
Significativa mejora en una prosa que poco a poco se va encontrado a si misma. El contenido, excelente.
Hace no mucho se criticaba al marxismo por tener una lectura economicista, hoy es casi evidente.
buen artículo.
Saludos
Gracias por los comentarios... ya pensaba que nadie leía el blog...
excelente...muy buen analisis..muy bien explicado...
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