lunes, 12 de marzo de 2007

Propaganda y muerte de la palabra

Hoy el triunfo de la propaganda es el triunfo de la mentira generalizada. En el ámbito público, o el espacio de control que se denomina de ésta forma, se da la lucha por instaurar la mentira más generalizada. En las estrategias de poder, nada queda por guardarse. Aunque la mentira es el ámbito general, es su lucha contraria la que prevalece. En ese mismo ámbito, hace tiempo que cualquier palabra neutra murió. No es la propaganda un gesto exclusivo de los fascismos: cuando la propaganda se instala de modo definitivo, es el sistema mismo el que se deslegitima por comparación. La representación política aleja la experiencia de la vergüenza generalizada de la muerte de la palabra. Ante su cadáver, cabe preguntarse si alguna vez pudo estar viva. Incluso reclamar la palabra resulta, hoy, no solo un acto ingenuo, sino un acto de profunda ignorancia. Para que la palabra pueda darse, es necesario que quiera darse. Pero cuando se elimina la posibilidad del error, se destruyen todas las ingenuidades. El poder no se reparte sólo con un gesto puntual. Allí donde se cree estar decidiendo, lo que se hace es confirmar. El que el poder político lleve un signo u otro no elimina el hecho de que la propaganda sea la máxima autoridad en el medio público. El poder se defiende siempre con propaganda: ningún poder puede permitir algún resquicio de falibilidad. Cuando lo haga, dejará de ser fiel a su ontología.

La propaganda genera propaganda. Con ello, muere la posibilidad del entendimiento. El Otro está para destruirlo, no para abrirse a él. Incluso, el Otro ya no se concibe ni como posible. El razonamiento se convierte en ejemplo de lo simple, porque la complejidad del pensar no puede convertirse en propaganda. Toda propaganda ha de ser espectacular en cuanto ha de ser totalitaria. La propaganda ya presupone aquello que debería querer conseguir: el convencimiento. Siempre se podrá encontrar un punto ínfimo de lo Real a lo que agarrarse, aunque proceda del cubo de la basura. A la vez, toda propaganda se basa en la negación de alguna parte de lo Real: en eso se basa su propia naturaleza.

Pero un fenómeno como éste no es exclusivo del presente: allí donde existe un poder seguro de sí, la negación de lo Real aparece como necesaria a ojos de lo Real. Es por ello que resultan desmentidas las promesas en las que se legitima el poder que se actualiza a cada momento. Da miedo pensar si puede existir algo que haga cambiar el curso completo de la historia de la propaganda, y el precio que tendremos que pagar por ello. No se le pueden culpar a los actores políticos circunstanciales de turno, en tanto que hacen lo que deben: mantener el poder bajo cualquier precio, sea el que sea. Lo contrario sería convertirse en un estúpido que no ha comprendido lo que necesita el poder para su mantenimiento.

En la guerra cruzada, se sitúa el sujeto más manipulable: la masa. Basta el mínimo gesto, para que la masa reaccione de la manera esperada. El funcionamiento del mecanismo de creación de la masa supone aquello que hará de la masa lo que es: la propaganda misma. En lo anónimo de las mareas humanas, no se da la comunicación, sino que se oye aquello que ya se ha dicho. Las masas son orgías de la mentira, en la que el pensar y sus atributos chocan contra la urgencia de la movilización. Con el nacimiento de la masa, muere toda posibilidad de diálogo.

Pero lo ingenuo hoy es pensar que alguien quiere mantener dicho diálogo.

2 comentarios:

L. David Cáceres dijo...

La ostia!!! como ha crecido esto... vamos a leer...

Ivan Karamazov dijo...

Las actualizaciones son casi cada día.
Lee y difunde...