viernes, 18 de mayo de 2007

Reivindicar la utopía desde el marxismo: Ernst Bloch

El camino de la filosofía de Bloch recorre una dirección opuesta a la del marxismo más clásico. Mientras que en Marx es la ciencia, como método de estudio, la que pondrá y descubrirá las bases objetivas en las que se basa la posibilidad de la sociedad sin clases, para Bloch, sin embargo, es la utopía lo que se pone en el centro del estudio, la posibilidad de la realización de la utopía misma, puesto que se estudia lo esencial de la sociedad sin clases como un no (u) lugar (topos).
Pero ambas perspectivas no se sitúan de un modo antagónico una frente a la otra. Para Bloch, la utopía es aquello que se sitúa como el objetivo de la filosofía marxista. Se da un cambio de matiz: en Marx, es la perspectiva científica la que se sitúa en el centro del estudio, porque sólo a través del estudio de las condiciones materiales es posible alumbrar realmente la utopía; para Bloch, la ciencia sólo puede tener la importancia de servir a la utopía, y no de ser el reflejo coherente de una posición materialista.
Por otro lado, para Marx, la realización de la sociedad sin clases deja de ser una u-topía en cuanto el estudio científico de su posibilidad la convierte no sólo en una posibilidad, sino en una necesidad. Paralelamente al proyecto de la Phänomenologie des Geistes de Hegel, la sociedad sin clases se habrá de mostrar como el paso necesariamente histórico al que tiende la entera historia de la humanidad. El marxismo no niega la utopía, sino que, en su caracterización científica, le da un estrato de necesidad. Es ésta necesidad la que parece perderse en la especulación idealista de Bloch. Pero sólo lo parece.
Dicha conciencia de la necesidad parece no darse de forma tan palpable en Bloch. La caracterización de u-topía a la sociedad sin clases, revela la conciencia de su no lugar en el aquí y el ahora. La necesidad científica en Marx se convierte en especulación idealista en Bloch. Es por ello por lo que se le acusó de idealista por parte de las autoridades académicas de la DDR.
La reducción que hace el marxismo a lo económico sirve para negar el estudio de otras esferas en las que se ha de manifestar la necesidad utópica. Das Prinzip Hoffnung, su obra principal, es la demostración de la amplitud de la conciencia utópica a todas las esferas del actuar humano. En ningún caso esto supone una negación de la ciencia como instrumento de estudio de las condiciones de realización de la utopía. Supone una amplitud de miras con respecto a su realización en el pasado, y de cómo en éste pasado mismo, se pueden ver las posibilidades del futuro. Lo que se puede negar es la realidad de todo aquello que no es determinismo económico. Pero dicho determinismo es negado por la historia: las condiciones de realización de la utopía no son suficientes para que ésta se realice de modo automático. Es necesario que todas las esferas de actividad se pongan de acuerdo en el sentido de dicha búsqueda.
La perspectiva del Saber Absoluto hegeliano se transforma en la posibilidad de un momento revolucionario absoluto. La sociedad sin clases ha de ser, para Marx, la expresión histórica del proyecto idealista del Saber Absoluto. El momento revolucionario total que ha de ser la sociedad sin clases se convierte en Bloch en la tendencia de todas las esferas hacia la realización de lo que todavía no tiene lugar, de lo u-tópico. Desde la separación social en esferas por parte de Max Weber, no es posible concebir el momento revolucionario como un momento total, sin organizar todas las esferas hacia dicho objetivo. Aún en contra del sesgo idealista de la filosofía de Hegel, su visión del momento final de realización del Espíritu, el Saber Absoluto, es insuperable, puesto que ya contiene la necesidad de que el momento final de la historia, aquel en el que la historia se realiza superándose a sí misma, es un momento absoluto, total. Hipostasiar la esfera económica como si toda la acción social se redujera a ella, no es más que renunciar a la necesidad de la afirmación hegeliana que identifica la verdad con lo Absoluto.
Por ello, la utopía fragmentaria es negada por Bloch en cuanto, en su filosofía, entendida como sistema, es el todo el que tiene que tender y realizar la utopía. Si Das Prinzip Hoffnung no podía tener otro objetivo que el de ser una enciclopedia de la utopía, es porque sólo en el saber enciclopédico se expresa la necesidad de la expresión del Todo. La perspectiva del Todo no niega la expresión fundamental del materialismo, sino que lo eleva a principio absoluto, y no lo circunscribe al ámbito marxiano de la economía.
A la vez, la necesidad histórica de la amplitud del principio materialista como principio absoluto radica en los ejemplos históricos en los que la victoria económica no se ha expresado en una victoria social del proletariado, sino, más bien, en todo lo contrario, en la victoria de lo económico, aparente pero efectiva a efectos de conciencia: el sujeto revolucionario ha muerto, ha expresado su derrota. A la vez, los países que representaban la realización de dicho socialismo economicista se han quedado en la burda competición con el capitalismo, por haber compartido el mismo principio economicista, con una gran diferencia: el capitalismo no veía contradicción alguna en ello, sino la base de su propia realización feliz.
Hasta éste punto se puede rastrear el método de Bloch frente al método de Marx, y de cómo el método marxiano clásico se ha mostrado, desde hace tiempo, insuficiente para la victoria posible hoy.
Tal vez uno de sus grandes logros sea la asunción de la necesidad del Todo al ámbito del marxismo, como cura a su limitación economicista, y más cuando ésta se ha mostrado como profundamente negativa para la realización exitosa del acto revolucionario.

Por ello, ahí radica la necesidad de que el acto revolucionario sólo pueda ser total, o no ser.

jueves, 17 de mayo de 2007

Signos de la derrota

La gran victoria del ser social se manifiesta en su quietud, en su no dejar de ser lo que es. La paz social triunfa justo allí donde el conflicto y la violencia eran signos de esperanza. Sin embargo, el ser social maneja el espejismo del movimiento, pero sólo en los límites en que no se perjudica a sí mismo. Su propia autoconservación permanece como un profundo tabú para su propia conciencia, a la vez como un secreto que los individuos no tienen necesidad de expresar. Que lo social busca repetirse a sí mismo resulta demasiado obvio como para expresarlo como novedad. Hasta los reductos temporales dejados para la “protesta”, se han convertido en el escaparate triste de la muerte del conflicto. El trabajo, su teórica abolición en la forma capitalista, se celebra con el trabajo encubierto del consumo. Su victoria llega hasta extremos profundamente leviatanescos. Pero hoy tiene una ventaja, y es que ha sabido ocultarse de tal modo que su verdadera naturaleza ha desaparecido. Para los individuos que sospechan algo, es necesario reformular la pregunta, que ha dejado de ser obvia:¿dónde está el fallo? Si la apariencia de felicidad consigue hacerse pasar como completa, ya no será necesario buscar “felicidad auténtica”. En el espectáculo, basta que algo parezca que lo sea, para que lo sea. El reducto vital que parece reducirse a la acción, a la negación y al conflicto, muere hoy en esos días festivos en donde nos acordamos de la sospecha que nos asalta de vez en cuando y que consiste en suponer que, a la base de todo, se encuentra un gran engaño. Lo que empezó de una forma necesaria, esto es, de forma trágica, ha acabado por traicionar su memoria. Se rompe así una esperanza que parece albergar toda filosofía de la historia: la continuidad y solidaridad histórica. Se ha vuelto una gran ingenuidad el pensar que las generaciones futuras reestablezcan equilibrio alguno. Probablemente, estén abocadas al olvido completo de lo que signifique ese pasado por el que, ahora, se disfruta de lo que se concibe como beneficio. Pero, lo que más aterra, es pensar en que no es posible reproche alguno; la tendencia a la huida del conflicto, a promover el optimismo, por muy hipócrita y cínico que sea, resulta natural cuando se parte de la conciencia de la inutilidad de toda acción que no sea aquella que se circunscribe al ámbito del trabajo asalariado. Tras vivir en la náusea continua, se huye de vivir el “tiempo libre” dentro de los parámetros del sacrificio. Nunca antes las conciencias habían estado tan ganadas para una causa. El Leviatán es mucho más sutil hoy, y en donde se ve obligado a abandonarla, es capaz de hacerla mostrar en toda su necesidad y aprobación. El triunfo de la imagen sobre la cosa es el triunfo sobre el ser social que se ha convertido en pura apariencia. El triunfo del ojo, de un empirismo burdo, que triunfa sin que nadie se de cuenta

jueves, 10 de mayo de 2007

Tesis actuales sobre nihilismo

A petición de otros blogers, aquí va nuestra aportación a la cuestión del nihilismo. Como siempre, es sólo un aputen, y como tal debe ser tomado.


1. El nihilismo es necesario en su momento negador. Toda negación participa del nihilismo en cuanto acepta la necesidad revolucionaria de la nada.

2. Todo nihilismo lleva en sí el germen de una cierta libertad auténtica. Toda libertad implica un lugar vacío que ha de ser ocupado por nuestra voluntad.

3. Existe un nihilismo progresista, y es aquel que busca la nada sin amarla: la nada es un medio, no el fin. Justo los que toman la nada como un fin, caen en las tendencias conservadoras de la historia.

4. En contra de lo que se piensa, los valores más fuertes aceptan implícitamente el nihilismo de una forma más palpable que los valores débiles, porque aceptan un exterior ilegítimo mucho más grande que el resto.

5. Hasta que lo romántico no pase a ser un elogio de las masas revolucionarias, todo progreso será un camino directo al vientre de la bestia…