sábado, 17 de marzo de 2007

Alienación y existencia

El extrañamiento de uno mismo desde la descripción hecha por Hegel, se concibe como un momento en el desarrollo de la conciencia. Este desarrollo está situado en un proceso en el que la alienación se concibe más allá de la teoría política. La alienación, en cuanto momento del proceso de lo Real, se concibe existencialmente como un momento que puede ser absolutizado. Aunque la alienación parece tener sentido sólo desde una conciencia política, su efecto llega al centro de la existencia misma, convirtiéndose el juicio político en juicio existencial. El momento que describe Hegel se convierte hoy en instante eternizado. O, tal vez, sea ese el efecto de un momento del proceso que se coloca por encima de la conciencia temporal del sujeto. La alienación ha dejado de ser un momento de la autoconciencia para convertirse en el presente continuo de la existencia. Pero se plantea su superación teórica, primariamente, dentro de la existencia misma. El problema estriba en cómo concebir la superación del extrañamiento de sí cuando éste se sitúa en el centro de la existencia misma. Una transformación simple de la parte teórica de ésta cuestión implicaría una diferenciación con respecto a la existencia misma. Al situarse en el centro mismo, su superación parece casi imposible de concebir. Todo análisis existencial es descriptivo. ¿Cómo suponer una existencia, otra, más allá de la categoría de alienación, cuando ésta se sitúa en el centro mismo del existir? Este parece ser el fundamento existencial del conservadurismo. La sospecha terrible que no ha sido formulada, todavía, es ésta: la alienación puede ser un momento absolutamente necesario del propio vivir. De hecho, si el proyecto histórico de la humanidad ha tendido siempre a la realización de ideales, es debido a que ya partía de lo Real como momento negativo de lo ideal. Hasta los proyectos políticos que liquidan la libertad, lo hacen creyendo preservar la libertad misma. La aniquilación de la alienación como momento penoso del existir ha sido siempre proyecto. Pero en la conciencia de la progresía mundial nunca se ha partido de la conciencia de la alienación como la base misma del proyecto. Aunque Marx ha historizado el momento de extrañación, y, por lo tanto, lo ha hecho revocable, no ha conseguido generalizarlo prácticamente. Ese no era su cometido en cuanto teórico del socialismo. La sospecha de que la historización no sea suficiente para su superación, es legítima. Si el proyecto se ha de dar en términos de unión entre sujeto y objeto, en ese caso, se da importancia a los términos de propiedad: el sujeto ha de reconocerse en su objeto. Queda por aclarar en qué se concreta la identificación de sujeto y objeto. Incluso cabe hoy preguntarse si es posible seguir manteniendo dicha distinción, y más allá, dicho proyecto. Aunque la alienación se haya historizado, eso no significa que su solución se haya historizado también. La historia emula al Ser al convertirse en totalitaria, y asfixiar el momento de su proceso y reducirlo al instante de su dominio. La posibilidad teórica del triunfo sobre la enajenación, generalizada a diversos ámbitos, muere cuando la historia se convierte en totalitaria y se coagula en el instante que proclama su fin como coartada. La historia se concentra hasta el punto de aniquilarse a sí misma, y, con ella, a lo que se incluye en ella.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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