martes, 27 de febrero de 2007

Contra Leibniz (parte I)

Las definiciones son elementos simples; Los sujetos son elementos compuestos:
El destino, por tanto, de un sujeto, compete a la finalidad de los elementos simples: El albur de los simples está subordinado al fin de los complejos.
Ahora bien, la definición de un elemento compuesto contiene a la definición de los elementos simples, pero la definición de los simples no contiene a la de los compuestos, Por tanto si suponemos que el destino de los compuestos es consustancial a la naturaleza de los compuestos, debemos deducir que la suma de significados de los simples engendra el destino de los compuestos.
Para que esta conclusión fuese certera debemos suponer que el atributo del significado engendra la cualidad del destino ¿Qué articulación lógica legitima esta transición o qué razones aduciremos para que un atributo quede tan mudado de sí mismo para que cambie a cualidad?
Y desde luego, no cabe duda de que en las definiciones de los puntos para la división, segmentos para el límite, planos para la superficie y volumen para los cuerpos, que conforman la materialidad de César, se encuentra implícito y como pudoroso entre Vestales matemáticas, el Masculino Rubicón.

Corolario: Si en los compuestos se hallan los simples y sólo los compuestos tienen la cualidad del destino, el destino surge de la suma en la definición de los simples. Pero en dichas definiciones (v.g. la figuras geométricas) ni siquiera se bosqueja el destino de los compuestos. Más aún: Si en las figuras matemáticas y geométricas se encontrara algún indicio de los compuestos, ya no serían definiciones puras, pues se incluiría en su contenido todo la Genealogía de las precisas y contingentes cosas que han sido, son y serán: Examinando la naturaleza del círculo matemático se llegaría al momento de la Historia en el que los astrónomos lo abandonaron en favor de la elipse observacional… Ridículo, luego a los compuestos o sujetos no es consustancial su fin.

Quod erat demonstrandum

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