Una de las más firmes verdades del capitalismo es su empeño por eliminar del individuo la consciencia histórica y convertirse así en el mundo natural del hombre; de esta forma se niega “la diferencia entre posibilidad y actualidad como vehículo de la libertad humana que aspira a realizar sus potencialidades”. Se escamotea cualquier otra forma de existencia distinta del modelo elaborado por el individualismo burgués degradado. Se niega, en breve, la posibilidad marxiana del hombre entero. Con ello sostiene Marcuse ya en 1929, el capitalismo aparece como “una catástrofe de la esencia humana” puesto que exige la abolición de las condiciones existentes para la revolución. Si la posibilidad de realización total del hombre acontece en el tiempo, el objetivo de una clase revolucionaria consciente debe fundamentarse en la negación de los factores tendentes a traducir antológicamente las metas de desarrollo humano. De donde se concluye que incluso el ser en potencia remite a la historia, de la cual espera su actualización. La cosificación de las relaciones sociales en el capitalismo y la decadencia de la vanguardia revolucionaria clásica se transforman, a ojos de Marcuse, en claros síntomas de victoria de la unidimensionalidad. La historia deviene de esta manera a fundamental mode of Being.
(Del libro Modos de persuasión de J. F. Ivars; pp. 100-101)
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